atardecer en el Waraira Repano

atardecer en el Waraira Repano
atardecer en el Waraira Repano, Julio 2010

martes, 8 de mayo de 2012

Invitación Simposio al III ALA, Santiago de Chile -Temuko, del 5 al 10 de noviembre de 2012

Saberes contrahegemónicos y el devenir de la antropología de nuestra América
Coordinadores:

Benjamín Martínez, antropologando@yahoo.com
Universidad Central de Venezuela
Roberto Morales, romorale@yahoo.com
Universidad Austral de Chile
Rodrigo Sepúlveda, rsepulve@med.uchile.cl
Universidad de Chile
Objetivo general
Propiciar el debate sobre las transformaciones epistémicas de la antropología de Nuestra América, como parte de sus diversas articulaciones con los movimientos sociales contemporáneos.

Resumen
Siguiendo con el sendero recorrido desde el Primer ALA, (Rosario, Argentina, 2005), en los simposios del 52° Congreso Internacional de Americanista (Sevilla, España 2006);  el VI Congreso Chileno de Antropología, (Valdivia, Chile, 2007); el Segundo ALA, (San José, Costa Rica, 2008); la Mesa de Trabajo en el VII Congreso Centroamericano de Antropología (San Cristóbal de las Casas, México, 2009), así como en otros variados espacios, en esta oportunidad invitamos a una reflexión tan política, como epistémica y metodológica, especialmente desde los movimientos sociales que han venido escribiendo la historia de los últimos años. Lo que sin duda también es una invitación a repensar el devenir de la antropología como ciencia, desde y hacia la transformación para sí de nuestros pueblos.

Se trata entonces, de una episteme desde la alteridad, mirando el esfuerzo de nuestros pueblos por reconocerse como fuerza que desde la hecatombe capitalista, deconstruye la retórica de los márgenes enalteciendo el valor de su polivalente e indispensable praxis. Invitamos pues y sobre todo, a esas voces que no suelen estar presentes en la academia, para poder considerar así, una antropología genuinamente contrahegemónica.
Palabras claves: política, antropología crítica, episteme, metodología,  Nuestra América.

El plazo máximo de presentación de ponencias es el 14 de julio de 2012. 
 
http://www.facso.uchile.cl/antropologia/ala2012/index.html

martes, 1 de mayo de 2012

Filosofía de Nuestra América


La Filosofía de Nuestra América
(un encuentro con Nicol, Dussel, Zea, Silva y Kusch)[1]
Benjamín Eduardo Martínez Hernández[2]

Este trabajo se inscribe en una preocupación indispensable y al mismo tiempo inevitable, en tiempos en que las fronteras geopolíticas del conocimiento son fragmentadas (o más bien reforzadas) por las múltiples modas epistémicas de la posmodernidad. Recurro a las condiciones culturales y políticas de Nuestra América que han hecho surgir un pensamiento que parece olvidado por lo menos en las Facultades de Ciencias Económicas y Sociales y de Humanidades en la Universidad Central de Venezuela, lugares donde me he venido formando y donde pareciera no existir la preocupación por un pensamiento crítico propio. Es así como en esta oportunidad, (en otras he revisado el pensamiento de algunos sociólogos  y antropólogos venezolanos), me preocupo por realzar el pensamiento filosófico de Eduardo Nicol, Enrique Dussel, Leopoldo Zea, Ludovico Silva y Rodolfo Kusch que, por distintas vías han pensando el ser y su expresividad como parte de preocupaciones genuinas por el devenir histórico, y ciertamente, político del nuestro-americanismo Considero que dicha revisión es fundamental para seguir pensándonos como intelectuales capaces de transformar (nos) en medio de la vorágine de la crisis societal por la que, sin duda, seguiremos avanzando.
Palabras Claves: Filosofía, Nuestra América, Historia, Liberación.

La episteme como poesía

“Los poetas, donde quiera que se encuentren,                               son un barómetro de incalculable precisión”                                      
 (Silva, 2008: 211).

Empezaré valorando la episteme como poesía. No hay nada mejor que hacer de la reflexión un diálogo con lo sublime, y no con la exaltación de la forzada intención de medir hasta el tuétano la variada e inasible movilidad humana que llamamos cotidianidad. Realidad que nos muestra, nos evoca y nos sacude. La intención de trascender la retórica del estrecho academicismo occidentalizante va más allá de la ampliación de la perspectiva para la comprensión del pensamiento surgido desde este lugar del planeta. El pensamiento nos sacude desde la historia de Nuestra América. Ningún pensamiento es posible sin la experiencia que nos otorga el protagonizar las múltiples historias que nos toca vivir en esta tierra. Nuestra experiencia tiene un hondo sentido religioso, aún para aquellos que se dicen ser ateos. Toda experiencia es un re-ligar, implica una trascendencia. Trascendemos aún sin pensarlo. Operamos bajo la lógica de pensamientos que nos anteceden y desde allí trazamos nuevas lógicas, aún de manera inconsciente, pues el ser se constituye en su movilidad. Somos sujetos de un tiempo histórico que se va realizando desde una y varias culturas y va hacia la misma multiplicidad, contrario a la instauración ideológica del tenocratismo etnogenocida del capitalismo, afortunadamente en crisis, cuya misión principal es mantenernos inoperantes para nosotros mismos[3] (Silva, 1971/1985).
Pero, ¿Qué es la cultura? Por ahora podemos esbozarla como el conjunto de interpretaciones que realiza el hombre en comunidad para permitirse otorgar sentido a su existencia. De esta manera, es en la cultura donde tiene lugar la configuración de los significados de los actos humanos en tanto que son transmitidos por una comunidad. Es el lenguaje quien permite el establecimiento de la comunidad, y por lo tanto, de la cultura: “Expresar es afirmar la pertenencia en el ser” (Nicol, 1957/1989: 175).
La poesía es el nombrar la realidad convertida o no en un tropo, pero lo importante es nombrarla, darle significación, y aun cuando no sepamos realmente qué quiso decir un poeta en una frase, ésta nos llega. Así, reconocer que el poeta tuvo su expresión ante un hecho vivido o soñado, es hacer explícito un acto hermenéutico. La episteme, para que sea tal, también se realiza en su hermenéutica, aun cuando necesita de una explicación detallada, funciona con sus respectivos tropos, requiere, por ejemplo, de metáforas para poder alcanzar lo cotidiano. Nociones como sistema, campo, y similares, obedecen a una metaforicidad indispensable a través de la cual nuestro lenguaje “científico” se hace inteligible. De esa misma forma también opera el lenguaje ancestral de nuestros aborígenes. Ciencia y conocimiento tradicional pertenecen a una misma operatividad, por lo que, ya no cabe hablar bajo esa distinción entre ciencia y no ciencia. Interpretamos el mundo, nos reconocemos en él desde  que empezamos a nombrarlo e incluso, mucho más allá, sin haberlo nombrado ya él mismo nos ha envuelto. La cultura nos antecede, y al nacer, nos envuelve. Estamos en el mundo para realizarnos en él al tiempo que lo transformamos.  
Recurramos ahora a la filosofía de Nuestra América, como una argumentación necesaria al desafío de conocer-nos en la crítica de esa tradición eurocéntrica que progresivamente ha ido perdiendo legitimidad, a pesar de algunos que insisten en no seguir viéndose como parte de este hermoso lugar.
De la cultura a la filosofía: El desafío de Nuestra América
El pensamiento filosófico de Nuestra América de finales del siglo XX, e inicio del siglo XXI, se ha instaurado en nuestras universidades, a veces como crítica fructífera a la herencia colonial de Occidente, y otras, sino las más, se ha diluido bajo una preocupación más bien estética, quedando aun mucho por hacer en cuanto a la producción de conocimiento desde y hacia las realidades de nuestros pueblos. Ante esta compleja circunstancia que algunos han llamado posmoderna, es que nos preocupamos por reivindicar una fenomenología que comprenda lo cotidiano como lo que es: realidad plena de sentido, en tanto que  es en la experiencia intersubjetiva desde donde adquiere valor el mito como acto interpretativo común “en el sentido que lo anima” (Nicol, 1957/1989: 242).
El mito, en este primer plano, es reconocido como explicación plausible del cosmos, es una cosmo - visión, elaboración de una hermenéutica, sin olvidar que la propia modernidad opera desde una simbología configurada bajo la noción del progreso y el desarrollo que reduce su explicación en función de una lógica instrumental (Dussel, 1977/2011; Dussel, 2009; 2007a; 2007b), tecnocrática, que, finalmente, cosifica al sujeto, realizándose a sí misma en su producción y reproducción ideológica (Silva, 1970 /  1996).
De esta manera el mito de la modernidad es un mito estrecho, opaco más bien, porque reduce al hombre a una pieza más del engranaje colonizador de Occidente (Dussel, 2001: 355,356), mientras que los distintos mitos que nutren la ancestralidad de los pueblos de Nuestra América, permiten un universo plural de explicaciones, donde además, el ser se realiza ontológicamente en función de la otredad y viceversa, por ejemplo, en la conexión hombre-naturaleza-mujer.  Es allí donde debemos propiciar una filosofía trans-moderna (Dussel, 2001), como algo que trasciende la retórica colonial de la modernidad occidental, que se permita instaurar una nueva eroticidad que valore las diferencias sexo-genero, mas bien como complemento y no como parte de la dominación del hombre por la mujer, esto es, no bajo una única razón, que además borra cualquier sensibilidad, sino como “Apertura de la totalidad sexuada a la dis-tinción del Otro en el amor-de-justicia como deseo del cumplimiento de su deseo” (Dussel, 2007a:131). Porque el pensar y el sentir son una unidad indisociable, contrario a como nos lo han querido hacer ver los promotores de la lógica capitalista, que además ha venido instaurando patrones de conducta para el hombre y para la mujer que terminan cercenando las exploraciones de su propia sensibilidad, como parte de la enajenación indispensable para que funcione la cadena de producción-consumo-producción.
Así, Zea nos advirtió que no se trata de seguirle el juego a la retórica modernista, si no instauramos desde lo propio, un pensamiento “sin más”, desde la autenticidad: “(…) en cuanto expresemos nuestro propio modo de ser sin pretender ser otro, colaboraremos en la nunca terminada búsqueda de la libertad y felicidad humana.” (Zea, 1976:223) Es pues una filosofía como conciencia de lo propio, de lo americano “en su expresión histórica y cultural, como en su expresión ontológica” (Zea, 1991:139).
De esta manera, la erótica no cosificada, arraigada en los múltiples universos de la representación simbólica hecha propia (nuestra), anclada (elaborada) a (desde) un paisaje, pasa a ser así, una topografía delineada por la conciencia de lo propio y de su historicidad. Sólo así, -y esto es evidente en lo que proyectan los movimientos indígenas y de género-, el sujeto puede reconocerse como “testimonio de la presencia total de lo humano” (Nicol, 1957/1989:133)
Plantear una filosofía propia es realzarla como “conciencia de la historicidad” (Nicol, 1972/1974:337), pero se debe elaborar desde prácticas concretas (Dussel, 2007b:464), esto es, desarrollándola en la praxis. Si bien la existencia en cuanto tal “es  una continuidad simbólica” (Nicol, 1982: 239), lo cual permite realzar al “Ser como la totalidad de lo real” (Nicol, 1982: 249), debemos trascender la mera representación identificando dónde, cómo y por qué tal proceso simbólico se realiza (Dussel, 2009: 13). En otras palabras, debemos realzar la potentia, esto es, la facultad (Dussel, 2006:31) que los seres humanos de Nuestra América poseen como hacedores de cultura,  conscientes de la densidad de nuestra diversidad cultural (Kush, 1999). Pues, si reivindicamos la cultura como “una política para vivir” (Kush, 1976:104), podemos verla como la expresividad que se realiza en y desde la praxis. De esta manera, la cultura del pueblo, en tanto expresión genuina del potencial de la auténtica liberación:
“(…) es la que guarda lo mejor de nuestro mundo y de donde surgirán las alternativas nuevas de la cultura mundial futura, (…) Sus valores, hoy despreciados y hasta no reconocidos por el mismo pueblo, deben ser estudiados cuidadosamente, deben ser incrementados desde una nueva pedagogía de los oprimidos para que desarrollen sus posibilidades. Es en la cultura popular, aún tradicional, que la revolución cultural encontrará su contenido más auténtico.”  (Dussel, 1977/2011:147)
Sin pretensión de dar por acabada esta reflexión, al menos podemos sostener que Nuestra América es una poesía que se ha venido realizando en su historicidad y sólo reconociendo el simbolismo que nos otorga, podríamos afrontar de manera más acertada las retóricas coloniales que aún siguen instaurándose en nuestras academias y consecuentemente, en nuestras vidas, a través de la importación cada vez más fuerte de modas epistémicas que nos distancian del nosotros, y consecuentemente, de los problemas reales que seguimos padeciendo. Este ha sido a penas un acercamiento por valorar las aún posibilidades de una filosofía desde y hacia Nuestra América.

Referencias

Dussel, E. (1977/2011) Filosofía de la liberación. México, D.F: Fondo de Cultura Económica. Breviarios Nro. 571. Primera edición.
---------------- (2009) Política de la liberación. Volumen II: Arquitectónica. Madrid: Editorial Trotta. Colección Estructuras y Procesos. Serie filosofía. 
--------------------- (2007a) Para una erótica latinoamericana. Caracas: Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Fundación Editorial el perro y la rana. Colección Heterodoxia. Serie Crítica Emergente.
-------------- (2007b) Política de la liberación. Volumen I: Historia mundial y crítica. Madrid: Editorial Trotta. Colección Estructuras y Procesos. Serie filosofía.
--------------------- (2006) 20 tesis de política. México, D.F.: Siglo veintiuno editores / Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe. Segunda edición.
--------------------- (2001) Hacia una filosofía política crítica. Bilbao: Desclée de Brouwer. Colección Palimpsesto. Derechos humanos y desarrollo.
Kusch, R. (1999) América profunda.  Buenos Aires: Editorial Biblos.
--------------------- (1976) Geocultura del hombre americano.  Buenos Aires: García Cambeiro. Colección Estudios Latinoamericanos.
Nicol, E. (1957/1974) Metafísica de la expresión. México. D.F.: Fondo de Cultura Económica. Sección de Obras de Filosofía. México. Primera reimpresión de la segunda edición.
----------------------- (1982) Crítica de la razón simbólica. (La revolución en la filosofía). México. D.F.: Fondo de Cultura Económica. Sección de Obras de Filosofía. Primera edición.
----------------------- (1972/1974) El porvenir de la filosofía. México. D.F.: Fondo de Cultura Económica. Sección de Obras de Filosofía. Primera reimpresión de la primera edición.
Silva, L. (2008) Teoría poética. Compilación, prólogo y cronología: Edda Armas. Caracas: Editorial Equinoccio. Universidad Simón Bolívar. Colección Papiros, Serie Ensayo.
--------------------- (1970/1996) La plusvalía ideológica. Caracas: Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela. Colección Avance Nro. 30. Quinta edición.
--------------------- (1971/1985) Teoría y práctica de la ideología. México. D.F.: Editorial Nuestro Tiempo, S.A. Colección: La cultura al pueblo. Décimo quinta edición.
Zea, L. (1991) La filosofía como compromiso de liberación. Selección, cronología y bibliografía: Liliana Weinberg de Magis y Mario Magallón. Caracas: Biblioteca Ayacucho Nro. 160.
--------------------- (1976) Filosofía y cultura latinoamericanas. Caracas: Consejo Nacional de la Cultura, Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos”  Colección Repertorio Americano.


[1] Ponencia presentada en el XXV Simposio Internacional de la Asociación Venezolana de Estudios del Caribe. Universidad de Carabobo. Valencia, Estado Carabobo, 26 al 28 de abril de 2012.
[2] Antropólogo. Profesor de la Escuela de Sociología, Universidad Central de Venezuela. Fundador y Coordinador General del Equipo de Trabajo Epistemología para la Emancipación y de Antropologando, Revista Venezolana de Antropología Crítica.  Correo: antropologando@yahoo.com
[3] Como vemos, nuestro enfoque bebe y se configura desde la amplitud de la complejidad que hemos heredado de Marx, pero en este espacio se trata, como hemos establecido en el resumen, de valorar el pensamiento de otros autores de Nuestra América, aunque reconocemos que en el caso de Dussel y Silva la influencia de Marx es profunda.