atardecer en el Waraira Repano

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atardecer en el Waraira Repano, Julio 2010

domingo, 27 de enero de 2013

Del habla retórica al habla creativa...


Del habla retórica al habla creativa: huellas heteroglósicas del devenir poscapitalista.
(apuntes interculturales sobre el sentido común, el derecho y la transmodernidad)

Benjamín Martínez

Ningún habla es inocente, lo sabemos. La instauración simbólica de un repertorio lingüístico debe interpretarse desde la metaforicidad que lo contiene, y, en sí, lo hace posible. Los que participamos activamente en el modo de vida capitalista se nos hace difícil advertir que uno de los mayores potenciales de una episteme genuinamente emancipadora reside en la posibilidad (y consciencia de la necesidad) de desestructurar las lógicas sintagmáticas que operan en el universo discursivo de nuestro habitus, entendido como la forma en que, casi siempre y de manera inconsciente una comunidad de hablantes, forja un sentido común cosificado determinante de sus respectivas vivencias. No podemos pensar sin hablar, sin usar la palabra que, en misma, es lo que es, por contener en sí, una ideología, y, en este caso, la palabra constituye y transmite, la ideología del capitalismo, como forma de conocimiento cosificado y cosificante, es decir, que sólo funciona en tanto que las palabras y los objetos que denotan tienen un precio en el andamiaje del mercado, de tal manera que sólo funciona como soporte de una retórica determinada por la circulación del capital por el capital mismo, es decir, los intereses hegemónicos de una élite, la cual, no obstante, le es funcional a dicho capital, pues dicha élite es soporte de una serpiente, la cual no puede sino seguir mordiéndose la cola para seguir existiendo.

Losderechos humanos, pretendidos como universales surgieron desde esa retórica, la cual no pudo pensarse como devenir, es decir, como objeción móvil ante las diversas realidades culturales que pudieron haber favorecido, pero hoy ya no es así: los derechos humanos han sido y todavía lo serán, (desgraciadamente por mucho tiempo sino se les interpela y transforma), instrumentos hegemónicos al servicio de las más variadas formas de epistemicidio, es decir, grandes obstáculos para la comprensión del otro en tanto nosotros. No fueron creados ni por las víctimas ni por, precisamente, sus herederos. No fueron pensados, ni por los negros deindoaméricani por los aborígenes deafroamérica, ni mucho menos por losmestizos. Fueron creados por el orden hegemónico racista que nos sigue dominando. Ante ellos, hoy, tanto como antes de 1948, podemos ver/sentir/reproducir la hecatombe de su instauración en las conciencias tanto de una intelectualidad normativa como de una imbecilidad tradicionalista la misma que no nos permite pensar más allá de esas palabras que nos rigen desde entonces. Por citar tan sólo un caso: la autodeterminación cultural (política, jurídica, social, afectiva...) sólo puede ser posible cuando existe la posibilidad de que la dignidad emerja como principio, pero también como praxis. Bien sabemos que el Estado, especialmente como estado-nación posee o, al menos, desea poseer y proyectarse como monocultural, pues la existencia misma de una nación supone que sus miembros sean sujetos para , de una cultura concreta, por eso no puede pensarse en términos depueblos, como un todo complejo y diverso, si no es desde la identidad que se erige desde y hacia la producción cultural en tanto diferenciada. Esa es precisamente la estrategia ideológica del uso de los derechos humanos en sintonía con el marco constitucional de una sociedad republicana, se diga liberal o no, pero, finalmente, res-publica, condicionada por una lógica nacida desde el eurocentrismo, y por lo tanto, bloqueadora de cualquier diálogo, porque lopúblicocomo argumento de orden deja de ser válido al tratar de instaurarse a otras lógicas culturales, como, por ejemplo, los pueblos originarios de los territorios, donde a sangre y pólvora se instauraron las colonias sociales y cognitivas que posibilitaron la siempre decadente sociedad capitalista que hoy padecemos.

La sociedad contemporánea ladina, criolla o mestiza jamás podrá pensar desde elpluralismojurídico, si no está abierta al habla de la diferencia, a una heteroglosia inter-cultural, si no piensa más allá de la modernidad y la oscuridad que ella misma engendró al pensarse epistemocéntricamente, es decir, desde una forma única de crear/producir/reproducir el conocimiento. Sólo así pueden, quizás, coincidir las historias propias, las coloniales, las futuras. Sólo las huellas heterotópicas pueden aspirar senderos heterárquicos, es decir, posibilidades de encuentro, sin pensar hegemónicamente, sino más bien en términos de relación. De esta manera, siempre que las leyes sean creadas por una élite, desde sus propias condiciones aisladas/aislantes de la mayoría, serán meros ornamentos de la ficción democrática republicana, pero si son pensadas desde el calor de la praxis, desde el habla siempre creativa del diálogo intercultural, quizás no sean del todo necesarias, y pensemos más bien en términos definitivamente plurinacionales al seno de un Estado que deje de ser definitivamente lo que ha sido: el ordenamiento social del poder en función del poder mismo.