ESPAÑOL VS. ESPANGLISH:
UN DRAMA INTERLINGÜÍSTICO
Acabo de leer en el diario El
Nacional –sábado 18 de agosto de 2012, Escenas 3- un reportaje suscrito por la talentosa periodista Michelle Roche Rodríguez que lleva por título “El
Diccionario de la Real Academia Española (RAE) se leerá también en “espanglish”. El espíritu que envuelve este escrito es triunfalista,
habla de una suerte de interacción amistosa entre dos extendidísimas lenguas
mundiales, el inglés y el español, e
incluso del crecimiento numérico de este último a expensas del inglés y el
chino mandarín. Estas afirmaciones contienen parte de la verdad, pero al mismo
tiempo nos indican que la comunicadora –al igual que muchos periodistas,
intelectuales, lingüistas, incluyéndome a mi mismo en un principio- cayó de
buena fe en una trampa muy bien montada, que es preciso desbloquear sin mayor
dilación y del modo más transparente posible.
El
espanglish estadounidense no es tan inocente ni inofensivo como tal vez a
primera vista pudiera aparecer. Detrás de él se agazapa el oscuro interés de
quienes pretenden neutralizar la expansión del idioma español o castellano en
el gran país norteamericano y más allá de sus fronteras. Hay una guerra sucia
que quiero denunciar con toda responsabilidad. Lo digo en mi carácter de
persona conocida como ecuánime, ponderada, adversario sempiterno de talibanes
de toda laya. A mí me encanta el idioma inglés al igual que todas las demás lenguas del mundo,
independientemente de su trasfondo demográfico o político. Semejantemente,
adverso cualquier tendencia que pretenda subordinar, debilitar o eliminar los
idiomas indígenas y minoritarios que se hablan en países donde el español es
oficial y mayoritario. Me precio de ser hablante y conocedor de varias lenguas amerindias,
mas también del vasco y del catalán. Por otro lado, no me gusta el purismo,
creo en el contacto creador entre las lenguas y, junto con el eximio maestro
Ángel Rosenblat, sé disfrutar de anglicismos con sabor popular y hasta castizo
como por ejemplo la palabra guachimán,
vigilante (del inglés watchman), guaya
(de wire, alambre), jonrón de
home-run, rin de ring y tantos otros,
fáciles de evocar.
Creo
estar en la mejor posición para examinar y calificar el fenómeno espanglish en
sus justas dimensiones. Llevo varios años observando cuidadosamente los hechos,
y puedo sostener sin vacilaciones que el espanglish se fundamenta en la
influencia casi unidireccional del inglés –lengua dominante en EE.UU- sobre el
español –lengua dominada-. Tal influjo se manifiesta en una avalancha de
palabras, modismos, giros sintácticos, interferencias fonéticas y fonológicas,
incluso el empobrecimiento y distorsión de la morfología original. Lo que
sucede, a grandes rasgos, es una rápida sustitución de la sustancia medular de
lo hispano por insumos tomados del idioma inglés, tanto en la forma como en el contenido. El
usuario del espanglish –en su versión oral o escrita - termina expresándose en
un inglés deficiente, metido en un
envoltorio hispánico cada vez más difuso. A mí no me asustan palabras
como “chatear”, “bloguear” y “escanear”, neologismos probablemente necesarios
en estos tiempos. Pero cuando nos dicen “me vine atrás a los Ángeles para pagar
el tax de mi londri (laundry)” (volví a los Ángeles para pagar el impuesto de
mi lavandería) o “este relativo mío tiene una grosería (grocery) en la siri
(city) de Boston” (este pariente mío tiene un abasto en la ciudad de Boston),
“el fren (friend) de mai bróder (my brother) se compró un oromóvil
(automobile), toda persona sensata y
amante de la lengua de Cervantes, Nebrija y Bello tiene que manifestar una
profunda preocupación.
Hay que
recordar que en EE.UU existe hace tiempo una fuerte corriente de opinión, muy
organizada e influyente, llamada “English Only” (solo en inglés) que, a título
de promover la oficialización del inglés como idioma exclusivo, lucha por
restar espacio a cualquier otro sistema lingüístico, empezando por el español
que se percibe como su fuerte competidor. Agregamos que en ese mismo país hay
una gran resistencia a nuestro idioma,
ahora potenciada por las políticas racistas y anti-inmigrantes. La educación
bilingüe inglés-español está poco extendida, y por regla general los hijos de
inmigrantes hispanos escasamente dominan su lengua originaria y –como ocurre
con otras poblaciones migratorias- los nietos o sea la tercera generación ya
casi no entienden ni se acuerdan del lenguaje de sus abuelos. Pero aun eso les
parece poco a los sectores angloparlantes patrioteros y xenófobos, por lo que
dan todo su apoyo a los usuarios y promotores del espanglish, a fin de
conquistar y vencer el idioma español desde adentro, destrozando su estructura
y alterando profundamente su vocabulario. A esto se refiere el conocido
lingüista húngaro-australiano Stephen Wurm, cuando caracteriza cierta
“dialectalización” regresiva de algunos idiomas indígenas y otros minorizados,
los cuales en el trascurso de su replegamiento se van asemejando cada vez más a
la lengua opresora, hasta convertirse virtualmente en una variante dialectal de
la misma. Un ejemplo sería el yopará salido del guaraní paraguayo, tan
españolizado que en sus manifestaciones extremas resulta más comprensible para
el monolingüe hispano que para un hablante del guaraní ortodoxo. Por cierto, la
articulista de El Nacional se pregunta por qué no echa raíces la edición y
lectura de obras literarias escritas en español precisamente en el mercado
estadounidense. La respuesta parece obvia: el espanglish va estableciendo una
muralla de incomprensión entre los hispanohablantes de Norteamérica y el resto
del mundo de habla castellana.
Pero
frente a tan grave problema no estamos para quejarnos solamente, haciendo
catarsis ante el imperialismo lingüístico anglosajón. Deliberadamente me
resisto a decir “imperio”, pues no hay por qué confundir las pretensiones
imperialistas de una falsa élite con el logro consumado de una formación
imperial que dominaría todo el planeta de modo incontrovertible. Además, EE.UU
todavía no se ha dado el lujo de llamarse a sí mismo “imperio”, y a nosotros no
nos asiste razón alguna para darle ese gustazo ni rendirle pleitesía. Debemos
respetar a ese gran país, a su gente y a su cultura, pero al mismo tiempo
exigirle un trato idóneo y equitativo para con el idioma español, sin olvidar tampoco
sus propios idiomas indígenas y las lenguas traídas por múltiples oleadas de
inmigrantes. Dentro de esa compleja realidad socio-lingüística salta a la vista
la necesidad de co-oficialización del español junto con el inglés, dándole a
nuestro idioma todas las posibilidades y facilitándole su libre
desenvolvimiento según sus específicas coordenadas histórico-culturales, en
todos los ámbitos de uso y en intima cercanía con otros colectivos de habla
hispana. Éste es un objetivo de índole cultural y política no solo justo sino
irrenunciable, que cabe perfectamente en un nuevo orden planetario de paz e
inclusión total.
Esteban Emilio Mosonyi
Premio
Nacional de Humanidades, 1999-2000.
Nota: Cortesía del autor, 21 de agosto de 2012
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